20 años de la industria metalmecánica en América Latina

20 años de la industria metalmecánica en América Latina

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Hoy en día la industria metalmecánica representa cerca de 16% del PIB industrial en América Latina, da empleo a 4.1 millones de personas en forma directa y 19.7 millones de forma indirecta. Tiene además una importante participación en el total de las exportaciones realizadas en la región, tan sólo en México representa 57% del total exportado.

Por países, en Argentina representó 17.0% del valor bruto de la producción en 2013; en Brasil fue 27.0% del valor agregado manufacturero en 2012; para Colombia significó 10.4% del valor agregado en el sector manufacturero en 2012; y en México fue 31.0% del valor agregado manufacturero en 2012, de acuerdo con datos de la Asociación Latinoamericana del Acero (Alacero).

Sin embargo, en las últimas décadas, América Latina se ha tenido que enfrentar a dos retos importantes en su proceso de desarrollo económico: por un lado, la apertura de sus mercados y, por otro, la irrupción de China en la competencia global, lo que ha llevado a un proceso de desindustrialización.

De acuerdo con Alacero, la participación de la industria en el PIB de la región ha caído de 17.1% en el año 2000 a 12.1% en 2012, y “nos hemos convertido en importadores de manufacturas sobre todo desde China. En el caso de la metalmecánica es todavía más dramático, el flujo con China está en una proporción de 30 a 1”, asegura Alacero.

Con respecto al comercio bilateral con China, el déficit de los países latinoamericanos (Brasil, México, Argentina y Colombia) se elevó de 8,000 millones de dólares en 2003 a 71,000 millones en 2012, en una tendencia siempre incremental, y casi dos terceras partes de las importaciones metalmecánicas de América Latina son equipos mecánicos y eléctricos, es decir, los rubros donde la región enfrenta mayores obstáculos.

En opinión de Germano Mendes de Paula, profesor de la Universidad Federal de Uberlandia en Brasil, especialista en la industria del acero y minería y coordinador del estudio Cadena metalmecánica en América Latina: Dinámica de las inversiones, por cada millón de dólares de importación de productos metalmecánicos se pierden 12 empleos directos y 63 empleos indirectos en México, y en Brasil, las cifras son 10 empleos directos y 64 empleos indirectos.

“En pocas palabras, aunque muy afectada negativamente por las importaciones y la consiguiente eliminación de puestos de trabajo de alta calidad, la cadena de metalmecánica sigue siendo una de las actividades manufactureras más importantes de América Latina”, dice Mendes de Paula.

Explica que la industria metalmecánica es una actividad muy importante para el desempeño de la industria manufactura, sin embargo, su relevancia podría ser aún mayor si las importaciones netas de productos metalmecánicos no hubieran aumentado de manera tan considerable.

En Argentina, por ejemplo, la balanza comercial del sector metalmecánico pasó de un déficit de 3,000 millones de dólares en 2003 a 19,000 millones en 2014. México es el único que logró mejorar su balanza comercial sectorial, pasando de un superávit de 10,000 millones de dólares en 2003 a 43,000 millones en 2014.

Otro dato que da cuenta de la problemática en la industria metalmecánica latinoamericana es el déficit con China, pues en la experiencia argentina, la balanza comercial bilateral con el país asiático pasó de un déficit de 350 millones de dólares en 2003 a 7,000 millones el año pasado. Para México, el déficit con China se amplió de 6,000 millones de dólares en 2003 a 46,000 millones en 2014.

Desarrollo de capital humano

“La verdad es que los últimos 20 años no son realmente un gran éxito de la industria metalmecánica, todo lo contrario, es decir, el momento de la metalmecánica latinoamericana se dio entre los años 70 y 80. En cuanto empieza a aplicarse la estrategia de metas de inflación y con apreciación cambiaria con un tipo de cambio absolutamente irreal para la metalmecánica, todos los procesos de aprendizaje de la metalmecánica comienzan a detenerse”, comenta en entrevista Jorge Katz, académico de la Universidad de Chile, especialista en Economía Industrial y Tecnológica.

Luego de la industrialización que comenzó en la región a raíz de la Segunda Guerra Mundial, con la sustitución de importaciones causada por la imposibilidad de importar todo tipo de bienes, Argentina, Brasil, México y otros países de la región se vieron obligados a impulsar a las pequeñas empresas dedicadas a producir ‘copias’ de electrodomésticos, máquinas, partes y piezas para motores de vehículos y textiles, productos farmacéuticos y otros.

Hacia los años 50, según relata Jorge Katz, en el artículo Aprendizaje tecnológico ayer y hoy, publicado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), se instalan en la región las primeras empresas trasnacionales con una clara superioridad tecnológica frente a los productos fabrocados localmente.

Las precarias condiciones de producción de las plantas latinoamericanas de esos años, y la falta de calificación de los operarios, así como las altas pérdidas por tiempos de paro y rechazo de productos llevaron a muchas trasnacionales a establecer en la región sus departamentos de ingeniería para generar conocimiento técnico local. Incluso, creció la productividad industrial y hubo un avance tal que muchas empresas de la región pudieron alcanzar los estándares internacionales.

“Un creciente grado de sofisticación tecnológica permitió gradualmente a muchas empresas metalmecánicas productoras de vehículos, máquinas-herramientas, equipos agrícolas, bienes de capital para la industria de alimentos, etcétera, penetrar otros mercados; comenzaron exportando una proporción pequeña de su producción, pero llegaron con el tiempo a proporciones del 10 al 20%”, dice el artículo de la CEPAL.

En Argentina, Brasil y México la especialización de los años 50 y 60 se centró en el sector metalmecánico, en industrias que producían automóviles, bienes de consumo duraderos y equipos agrícolas, lo que permitió acumular ciertas capacidades tecnológicas, pero tras la crisis de 1970, las política económicas mal diseñadas por los gobiernos de la región hicieron que muchas de esas industrias no pudieran resistir la apertura comercial en las décadas siguientes.

Para Jorge Katz lo positivo de las últimas décadas es que se ha creado un recurso humano calificado vía aprendizaje y capacidades domésticas, es decir, que se genera toda una camada de ingenieros, de técnicos entrenados en toda clase de tecnologías metalmecánicas: soldar, estampar, forjar, diseñar, etcétera.

Y considera que esa mano de obra es la que puede desarrollar ahora una nueva industria metalmecánica en torno a la explotación de recursos naturales, con maquinaria y equipo especializado en agricultura, forestal y salmonicultura, entre otros.

Materias primas y sector automotor
Contrario a lo ocurrido con la industria metalmecánica, la explotación de recursos naturales y la exportación de materias primas tuvo un gran auge en los años 80, de modo que la producción de celulosa y papel, petroquímicos, acero, aceite vegetal, aluminio, minerales, entre otros, dio paso a modernas plantas en América Latina.

Y hasta 2013, según el informe La inversión extranjera directa en América Latina y el Caribe, de la CEPAL la inversión extranjera directa (IED) se había concentrado en los recursos naturales, sin embargo, a partir de 2014, se ha reducido a 17% del total invertido en la región, después de haber permanecido en 22% entre 2009 y 2013.

Esto indica, de acuerdo con este organismo, que hay indicios de que la intensidad tecnológica de la IED en países latinoamericanos está aumentando, de tal manera que la inversión extranjera directa en sectores de nivel tecnológico medio-alto y alto concentra actualmente cerca de 60% del total de las entradas, aunque México recibe el más alto porcentaje de ésta, seguido de Brasil.

Ello responde a que el sector automotor ha sido una excepción en el desarrollo de la industria metalmecánica regional, pues junto al boom de las industrias que elaboraban materias primas en los 80, creció significativamente en Argentina, Brasil y México.

“Su expansión fue impulsada por políticas convencionales del tipo de la industrialización por sustitución de importaciones en Argentina y en Brasil, en tanto que en México lo fue por cambios de estrategia empresarial que abrían el uso del país como plataforma de exportación para el mercado de los Estados Unidos”, explica el artículo de Katz.

México fue utilizado por Ford, General Motors y Nissan, que instalaron plantas automotrices de última generación en México desde 1986, como plataforma de exportación hacia Estados Unidos, aprovechando los bajos salarios. En Argentina y Brasil, la expansión automotriz comenzó a partir de 1991 y respondió a un incremento de la demanda interna.

La apertura comercial de los 90, dejó a las pequeñas y medianas empresas locales fuera de la competencia global. En el caso de México, a decir de José Luis de la Cruz y Vanessa Veintimilla en su texto Industrialización y la cadena de la metalmecánica, publicado por el Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (Idic) y la UNAM, el problema fue que la liberalización no se acompañó con la construcción de los encadenamientos productivos ni con el fomento a la innovación tecnológica necesarios para crear economías de escala.

Ambos investigadores señalan que esa es la razón por la que México mantiene un significativo déficit comercial con la mayor parte del mundo, pues necesita importar maquinaria y equipo e insumos intermedios para cumplir con sus requerimientos productivos.

En las últimas décadas, según la CEPAL, no ha habido un cambio de estructura productiva en América Latina y su desarrollo se ha basado en la explotación de recursos naturales, lo que impidió la inversión en otros sectores. Ahora con la caída de los precios de las materias primas, la región está en problemas, pues mientras economías como Corea del Sur, China, Australia y Finlandia, aprovecharon el boom de los recursos naturales para invertir en su desarrollo tecnológico y en conocimiento propio, América Latina no lo hizo.

De 1990 a 2012, la inversión de China como proporción de su PIB alcanzó 41%, y Corea del Sur 32%, en contraste con Argentina, Brasil, Colombia y México que invirtieron en promedio 20% de su PIB, es decir, que registraron un bajo nivel de inversiones a pesar de un ciclo económico favorable en el que los altos precios de las materias primas estimularon el consumo.

La consecuencia de esta baja inversión es que América Latina es dependiente de la maquinarias y equipos extranjeros, lo que se convierte en un riesgo de incrementar la brecha tecnológica que podría limitar el crecimiento económico en los próximos años.

Germano Mendes de Paula afirma que la estructura productiva regional, incluso, se ha deteriorado, porque la participación de la manufactura se ha reducido en varios países y la industria minera ganó cuota de mercado dentro de la industria en general. “Después del boom, parece que los gobiernos han perdido esta oportunidad para estimular más intensamente la industria manufacturera en general y la cadena de metalmecánica, en particular”.

El panorama parece no ser alentador, pues al parecer los gobiernos latinoamericanos no están impulsando políticas industriales de largo plazo que fomenten el desarrollo del sector, sin embargo, para Jorge Katz, todavía existe la posibilidad de generar una industria metalmecánica a partir de los recursos naturales.

“Hoy se tendría que tener una política industrial específica que capte esa mano de obra que se gestó en las décadas pasadas, que le agregue conocimiento tecnológico y que desarrolle equipos de punta para abastecer a los recursos naturales como lo hizo Finlandia con su industria forestal, Suiza con la industria lechera, o Australia con la industria minera”, afirma.

El académico de la Universidad de Chile, considera que los empresarios deben analizar en qué sectores su país es competitivo, ver cuánto del contenido metalmecánico de esos productos pueden hacer en sus plantas y negociar con sus gobiernos para que inviertan de manera conjunta.

“Ahora el punto importante es que con la economía reestructurándose hacia los recursos naturales, se abre una nueva ventana de oportunidad para la metalmecánica, porque no es la metalmecánica de los años 80, es una metalmecánica para abastecer las demandas de los sectores procesadores de recursos naturales”, comenta.

Las oportunidades están ahí, considera el académico. En Argentina en la demanda de máquinas para siembra directa para el cultivo de soya; en Colombia, en equipamiento para la explotación del aceite de palma; en Chile la demanda es de equipos para la minería… ¡Esta es una nueva industria metalmecánica y es momento de aprovecharla!

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