Brasil necesita darle fuerza a la industria

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Los números corroboran: Brasil pasa por la peor crisis económica de las últimas dos décadas; sin embargo, aún más grave que este propio hecho alarmante, es la completa y absoluta parálisis del gobierno y del Congreso, que pese a los reiterados indicios de deterioro general en la economía –desempleo e inflación galopantes, producción y renta en caída libre, por ejemplo– dedican su atención casi que exclusivamente a los innumerables escándalos de corrupción, que aparentemente dependen de quien esté en el comando del país. Ellos están más preocupados en mantener sus posiciones de poder e influencia que con el bienestar nacional.

Los importadores de máquinas, que trabajan a favor de la industria, están en una situación de opresión, puesto que al mismo tiempo en que es el sector más afectado por la crisis, es uno de los más esenciales para retomar el crecimiento y uno de los últimos en recuperarse. Entretanto, vemos poca o ninguna acción por parte del gobierno para incentivar la producción industrial en el país. Por el contrario, adopta medidas para incentivar el consumo.

Este es el mismo error cometido desde 2007, siendo uno de los principales culpables por la burbuja económica, que ahora ha estallado, y que nos colocó en esta situación de desesperación: el consumo creció más que la capacidad productiva, los precios aumentaron, las familias se endeudaron y ahorraron menos, lo que significa menos recursos para inversiones. Por lo que parece, el equipo económico predominante del gobierno está ajeno a todo esto, y ninguna medida surgió desde el inicio de la crisis hasta hoy, en el sentido de corregir estas incoherencias.

Como resultado, la retracción de la industrialización de Brasil es notoria. En 2015, la retracción fue de 6,2%, el peor resultado en 20 años, y la participación del sector en el PIB cayó para 22,7% (en 2014 estaba alrededor de los 24%). Las importaciones de máquinas retrocedieron casi 25%, y las mejores estimativas para 2016 son de una declinación aún mayor.

Como la industria nacional de máquinas está lejos de tener la capacidad de producir en la cantidad que Brasil necesita –y mucho menos ofrecer la tecnología que hoy solamente los equipos importados poseen– esta caída de las importaciones es muy significativa y motivo de extrema preocupación, puesto que puede traducirse en un atraso todavía mayor en la recuperación de la industria nacional. O sea, cuando lleguen los primeros indicios de recuperación económica, la maquinaria de la industria nacional estará inservible y con una desactualización extrema, incapaz de soportar un crecimiento eficiente.

En este aspecto, debería ser motivo de vergüenza el hecho de que aún no tengamos una política industrial bien definida, con directrices claras y el objetivo de hacer lo que ya ha hecho cualquier nación con un sector industrial globalmente competitivo: incentivar la manufactura dentro del país. Actualmente la realidad es lo opuesto. Nosotros importamos un montón de productos acabados y generamos empleo y renta en otros países. Se cobran tasas altísimas de impuesto de importación sobre máquinas que tienen todas las condiciones de transformar la industria nacional mucho más productiva y competitiva, habilitándola, inclusive, para explotar el mercado externo a través de las exportaciones.

El mejor camino para comenzar esta subida rumbo a un crecimiento sostenible debe pasar por el fortalecimiento de la industria nacional. Esto se obtendrá, solamente, cuando nuestros gobernantes perciban que es esencial que se creen barreras para cohibir la importación de piezas y componentes industrializados, sobre todo en la industria automovilística, que hoy es el mayor impulsor de inversiones en la industria de bienes de capital.

Si bien es cierto que la recuperación no será de la noche para el día. Con todo, medidas como esta favorecerían la producción de componentes en Brasil y darían un gran impulso a las fábricas de aquí. Y más que esto, la elaboración de una política industrial que camine en el sentido de incentivar la manufactura en Brasil sería un paso más para recuperar la confianza de los empresarios, especialmente de las industrias, algo fundamental en la retoma de las inversiones.

Paulo Castelo Branco
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