China: ¿una amenaza gigante?

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Desde 2001, la balanza comercial entre Argentina y China se inclina a favor del país latinoamericano. Sin embargo, esa realidad no se refleja del todo en el interior del aparato productivo argentino y muchos sectores se ven afectados por un aluvión de productos provenientes del gigante asiático, que ingresan a precios de dumping. La ecuación “soya a granel por bienes industriales”, evidentemente, sólo es beneficiosa para unos pocos. Y entre los mayores perjudicados está la industria metalúrgica y metalmecánica local.

Miguel Solimando, presidente de la Cámara Argentina de Fabricantes de Herramientas e Instrumentos de Medición (Cafhim), es categórico al respecto: “Estamos en seria desventaja, es prácticamente imposible competir con China. De nuestras industrias, 95% son competitivas en mercados normales, pero no se puede ser competitivo con la producción china. Por eso, yo creo que jamás vamos a lograr lo que están haciendo allá, independientemente de que cambiemos la escala de fabricación, porque en una industria con mano de obra intensiva, una relación salarial de 5 a 1 deja fuera a cualquiera”, advierte.

El presidente de la Asociación Argentina de Fabricantes de Máquinas–Herramientas, Accesorios y Afines (AAFMHA), Alejandro Rodríguez Tomietto, se refiere, sin rodeos, a la competencia desleal: “Para producir cualquier bien debe existir un valor de referencia. Si en cualquier lugar del mundo su costo es de US$8 o US$9, no es posible que ingrese a US$1,40 o US$2. Eso es dumping, un ingreso desleal que va a terminar destrozando a los fabricantes nacionales”, afirmó.

Las estadísticas que elabora la entidad advierten que en los primeros nueve meses de 2006 se importaron 71.619 máquinas-herramienta para metales desde China, a un promedio de US$2,93 el kilo (desde Turquía el promedio se eleva a US$3,19 el kilo). Desde Alemania, las máquinas-herramienta importadas por Argentina promediaron US$25,34 el kilo y desde Brasil US$15,21.

“Con cada container de ferretería que arriba a los puertos argentinos, se pierden 30 puestos de trabajo –ilustra por su parte José Batista, representante del sector fabricante de bulones, tornillos y tuercas y vicepresidente de la Asociación de Industriales Metalúrgicos de la República Argentina–. El asedio externo es enorme y no somos tan eficientes como ellos. Un obrero nuestro gana no menos de US$500 o US$600 de salario de bolsillo, contra US$40 o US$50 de los asiáticos”.

La amenaza recrudece en algunos ítems específicos. “En herramientas con mayor complejidad tecnológica no hay problema. A los chinos no les conviene fabricar a medida. Pero cuando se agota el imán de un soporte magnético, un instrumento que no requiere mayor precisión, más vale comprar otro que reemplazar el imán que debiera costar 10% de lo que aquí cuesta un soporte nuevo. En el mismo sentido, hay calibradores digitales que se venden a US$5,70 cuando otros fabricados en Alemania, Suiza o Brasil cuestan entre US$40 y US$45”, señala el presidente de Cafhim.

Rodríguez Tomietto, desde AAFMHA, advierte una situación similar: “Las máquinas-herramienta que ingresan de China son convencionales, de tecnología muy difundida y muy baja calidad. Más allá de que en China es probable que hagan máquinas de mejor calidad y que han avanzado mucho, lo que traen resulta malo, de poca productividad y muy bajo costo. Si el costo de la materia prima es mayor al valor de venta de una máquina, entonces no hay ninguna lógica de comparación. Eso afecta a todos. Incluso al usuario, que no analiza si es buena o mala sino si es cara o más barata. Entonces, algo habrá que hacer porque a la larga vamos a perder no buenas máquinas extranjeras que no se fabrican en el país, sino la posibilidad de avanzar con lo que siempre nos caracterizó: la calidad de las máquinas-herramienta que fabricamos acá con trabajo argentino”, enfatizó.

Antídotos
Los empresarios reconocen, sin embargo, que no sólo la enorme diferencia de salarios y el alto costo de los insumos y materias primas les juegan en contra. “Desde que el producto sale de la fábrica hasta el usuario, suma de 38% a 42% de impuestos que va pagando la cadena de valor. Afuera no tributan impuestos los que exportan: toda importación desde países asiáticos, e incluso de Brasil, están exentos de impuestos. Entonces, pedimos salvaguardas (cupos y aranceles) para preservar la industria que todavía existe, medidas preventivas que se aplican en muchos países y que son aceptadas por la OMC, para que no nos suceda lo que les pasó a los fabricantes de tornos, que de 14 sólo queda uno”, afirma Batista.

Solimando, por su parte, reclama que los trámites sean más rápidos y efectivos: “Habría que establecer medidas ágiles para salvaguardarnos y que una acción ‘antidumping’ no demore tanto. En ese lapso, a la pyme local ya la fundieron. De modo que se precisa arbitrar un control aduanero más estricto y otras medidas específicas a favor de las empresas pequeñas y medianas”.

Pese a todo, ¿cómo vislumbran el futuro?, se les preguntó. “Con optimismo –respondió Miguel Solimando–. Tenemos posibilidades si nos ayudan un poquito. Que no nos regalen nada, simplemente que nos ayuden a que las cosas sean normales, lo que pedimos es sentido común. Lo demás lo podemos hacer solos”, concluyó.

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